Crítica de 'La forma del agua'

                              

¡Hola a todos!
Tras un par de semanas en las cuales hemos estado inactivos, vamos a comentar hoy la película triunfadora en la nonagésima gala de los Óscar: 'La forma del agua', dirigida por Guillermo del Toro. Obtuvo las estatuillas a Mejor película, director, banda sonora y diseño de producción.

'La forma del agua' es una fábula para adultos. Nos narra la historia de una mujer muda que vive en Estados Unidos en plena Guerra Fría y trabaja en el servicio de limpieza de un gran laboratorio secreto. Allí entablará una relación de lo más peculiar con una criatura anfibia a la que tienen recluida.

                              

Sin rodeos, nos encontramos ante un auténtico peliculón que acierta en todo aquello que se propone y además supone un verdadero deleite visual y un entretenimiento mayúsculo de principio a fin.

Lo primero que me ha llamado la atención es la apasionante dirección de del Toro. Todas y cada una de las escenas están rodadas a la perfección.
Me encanta cómo el director transmite su amor por el cine con detalles como el mini-baile de claqué similar a las películas de Gene Kelly y Fred Astaire o el cine de debajo de la vivienda de Hawkins y Jenkins en el que se proyectan películas de antaño.

                           

Además, el sello de Del Toro como autor está intacto (ese look tan poético del film, el monstruo, los personajes marginados, etc.).
Destaco mucho también su manejo de varios elementos: los huevos, la vestimenta de los personajes (acorde con su estado de ánimo) y, cómo no, el agua (sobre todo en el último tercio de la película).

                             

Las interpretaciones son de calidad:
Sally Hawkins está absolutamente maravillosa como la protagonista de la función, comunicándose por lenguaje de signos durante todo el metraje, y transmitiendo emociones al espectador con maestría. Le hubieran dado a ella el Óscar y yo me doy con un canto en los dientes.
Por otra parte, Richard Jenkins es todo un acierto como el pintor rechazado por la sociedad por su homosexualidad. Él y Octavia Spencer propician unos toques de humor muy bien insertados en los diálogos que no se sienten para nada forzados y resultan simpáticos.

                             

Doug Jones, habitual colaborador de Del Toro, es creíble a más no poder como el hombre anfibio. Aunque el extraordinario maquillaje ayude, sin él el personaje habría perdido bastante encanto.
Y por último pero no por ello menos importante, Michael Shannon, uno de los actores más interesantes del panorama actual, interpreta al temible antagonista, como siempre, de manera sublime y magnética.

                           

Es necesario recalcar la banda sonora del gran Alexandre Desplat, muy al estilo clásico y también una hermosa fotografía cortesía de Dan Slautsen, con un tono verdoso predominante.

Por supuesto, no puedo olvidarme del mensaje contra la intolerancia tan importante para estos tiempos que es lo que seguramente en parte la ha llevado a triunfar en los premios de la Academia.

                           

Apenas le puedo poner pegas. Tal vez alguna que otra licencia en el guión y cierta escena de baile que me pareció que estaba totalmente fuera de lugar, pero realmente nada que me haya impedido disfrutar de lo lindo.

En resumen, una joyita que no debéis dejar pasar. Para mí, sus premiaciones están más que merecidas. Deseando ver qué nos depara Del Toro en el futuro.

¿Y vosotros qué opináis?
¡Un saludo!